10.11.07

El primer día de mi vida en Rusia.

8.11.99

ATENCIÓN: Leer con tiempo y tranquilidad. Creo que merece la pena leerlo más que ojearlo, así que mejor leerlo en varias veces que tratar de verlo todo de golpe sin prestar atención.

Buenos comienzos semanales!!!

Este fin de semana de alegría y jolgorio lo he pasado en San Petersburgo, Rusia. Ha sido tan denso que no puedo escribir todo en un día, ya que se darían los primeros casos de muerte de aburrimiento (o no) delante de una pantalla de ordenador, así que trataré de contar cada vez un día. De hecho a mí me servirá para procesar un poco lo que he hecho durante el viaje, ya que no he podido asimilar todavía la cantidad de cosas que nos han pasado... Así que allá vamos.

El viaje hacia San Petersburgo salía de al lado de casita a las cuatro de la madrugada del jueves, por lo que a muchos se nos planteaba la duda: Dormir o no dormir? La duda se esfumó el miércoles, al ser anunciada una sauna-party esa misma noche. Antes de salir en dirección del cuarto húmedo, José y Marcos se cocinaron una cena que aún recuerdo, casi una semana después. Con la tripita llena nos encaminamos hacia la sauna, pero de camino la vibración de mi teléfono cambió mi destino para esa noche. Era la Leti, así que me decidí a retrasarme mientras hablaba con ella y al final acabé en casa de los canarios enseñándoles cómo se juega a un juego de cartas. Después de confirmada mi maestría, dejé que fuesen otros los que ganasen algunas partidillas, pero el ambiente no decayó hasta las 3:20. Hora a la que tuve que salir corriendo de allí, ya que cuarenta minutos más tarde salía nuestro bus para Rusia y yo no tenía ni maleta. Por cierto, me dejaron una almohada hinchable para dormir más cómodo en el autobús, pero perdía más aire que un marica con fabada, así que me la dejé aquí.

En media hora preparé la mochila y con ayuda de Marcos hicimos 4 bocatas de atún con tomate. Llegamos 5 minutos tarde, lo cual nos hizo temer por nuestro viaje, pero menos mal que aún estaban esperando y ese fue su error, ya que a partir de entonces no volvimos a ser puntuales (5 minutos lo considero puntualidad).

Comienzo del viaje: Vamos a buscar a la mitad de los participantes a la otra residencia, pero el busero se pasa de parada, se mete en un parking para dar la vuelta y casi se acaba allí nuestro viaje... Menos mal que después de varias maniobras consiguió salir, recoger a los que faltaban e irnos.

El equipo hispano lo conformaban: Los arquitectos parlanchines, Carlicos, Loren el que está del lado de la seguridad y no es pesimista según él (y unos coj...s, según las crónicas peterburgianas), Gabriela de México y yo. En el autobús me senté con Marcos, uno de los arquitectos de Valencia y llegamos al acuerdo tácito de guardar silencio para poder dormir. La primera parada del viaje fue para desayunar y en mi caso, para llamar a mis padres a las 7 de la mañana y decirles que pusieran una vela a Santa Socorro para que velase por mi seguridad, ya que los Finlandeses que iban con nosotros nos estaban insulfando el miedo contándonos las más horribles historias acerca de Rusia. Tendríamos que salir en grupos de 200, armados hasta los dientes y temblando por nuestras vidas?

A partir de esa parada, nos sometieron a un tratamiento de lavado de cerebro, a base de poner contínuamente episodios de South Park... Pero los que aguantábamos seguíamos durmiendo. Luego llegó la frontera y allí descubrimos que empezaban a cambiar las cosas. Nos tiramos varias horas para entrar a Rusia, nos miraban varias veces los pasaportes, en mi caso no sé si me reconocerían, con mis pelos revueltos, con mi perilla y mis ojos camuflados por la legaña... El caso es que conseguimos entrar y a partir de ahí ya había menos gente durmiendo, ya que la emoción se hacía cada vez más patente. En Rusia abundaban los coches hechos polvo, de los que huelen mal porque andan con una mezcla de gasolina y aceite. Pero más significativo me pareció que conté cuatro o cinco controles policiales en el camino hacia San Petersburgo...

En el camino hicimos otra parada técnica en la playa, poco antes de llegar al destino, pero nadie se metió en el agua.

Y sobre las tres si no recuerdo mal llegamos a nuestro hotel. Construcción estilo mazacote rectangular y gris. Finalizado el reparto de habitaciones, a Carlicos le tocó solo, a Jose le tocó Loren (jejejeee) y a Marcos le toqué yo. Las habitaciones no estaban mal, no muy grandes, pero en cualquier otro país de Europa no tendría las tres estrellas que lucía este hotel en su entrada. Durante la visita de rigor al cuarto de baño, me fui a lavar las manos y...AHH!! Qué grifo había girado? Es que en Rusia habían hecho una canalización para el café? No, el agua tenía ese color al salir y olía bastante mal, pero al final de un rato acabó saliendo más o menos transparente. Nos venció el sueño y descansamos hasta las 6 y pico, hora a la que habíamos quedado para ir todos a cenar como hermanos. Creo que también llegamos tarde, pero tuvimos tiempo de hacernos con algunos rublos para esa noche. De principio, la intención de los españoles era enterarnos de en dónde iba a celebrarse la cena y quedar más tarde, ya que hay una hora para todo en el día y las siete no lo es para cenar. El caso es que ante el pavor de Timo "me cago" Döbert, uno de los organizadores fineses y muy machote en su país según cuentan, el gran grupo se desmembró muy deprisa y pronto nos fuimos los cinco españoles en busca de aventuras por la ciudad. "Pobres muchachos, parecían simpáticos" pensaría Timo, creyendo que se despedía para siempre de nosotros y preparándose mentalmente para las esquelas del día siguiente.

Primera visita para una catedral o iglesia ortodoxa que estaba relativamente cerca del hotel. Era una construcción cuadrada, con una torre en cada esquina y otra mayor en el centro, todas ellas acabadas en cúpula dorada. Las paredes estaban pintadas de azul clarito y a unos 30 metros había una especie de torre de bienvenida. Al principio no encontramos la manera de entrar, pero cuando estábamos a punto de desistir (alguien ya había comenzado a quejarse) encontramos la luz. Entramos en la iglesia. No tengo palabras para describir lo majestuoso del templo, lleno de imágenes doradas, lleno de velas encendidas por todos los lados. Esta mezcla le daba un ambiente caluroso a la iglesia, uno se sentía a gusto cuando entraba en ella. Lo mejor de todo es que se estaba celebrando la misa y tuvimos la suerte de presenciarla. Era muy emocionante, porque parecía una ruleta rusa. Me explico: Los fieles y tres curas iban de imagen a imagen, parándose a rezar, cantar y santiguarse (al revés, como hacen los ortodoxos), y para nosotros no tenía un orden el recorrido que seguían, por lo que en cualquier momento nos podíamos encontrar con una avalancha de fieles que vendría hacia nosotros. Al final no nos pasó nada y todo se arregló con mantenernos alejados lo suficiente como para poder reaccionar a tiempo. Era muy interesante ver cuánta devoción mostraban los presentes, besando las imágenes, las cruces (primero las tocaban con los labios y después con la frente) y cantando, unos a viva voz, otros casi en silencio. Cuando salimos hubo el primer contacto con un ruso, un mendigo. Por supuesto fue José quién se paró a decirle, en español, "lo siento, no le entiendo, qué quería?" Le cayó algo de calderilla y seguimos el camino, sin rumbo a la espera de lo que nos deparase la fortuna.

San Petersburgo está en la desembocadura del río Neva (creo) y tiene muchos canales, parecido a Toulouse, pero con más canales y mucho más grande (5 millones de habitantes). Nosotros siempre nos movimos por el centro y la ciudad no es muy distinta de lo que estamos acostumbrados a ver en Europa occidental, algo sucia y descuidada, pero con sus Autobuses, Tranvías, Trolebuses y Metro.

Deambulando llegamos a un mercadillo que estaban cerrando ya, pero mientras lo mirábamos, oímos música en directo de un café que había en la misma plaza del mercadillo. Nos metimos y lo primero que vimos marcaría esa noche: Una chica que promocionaba una cerveza rusa a base de quitarle la respiración a quien la viese por primera vez. Todos pensamos lo mismo, así que fuimos a enterarnos de la promoción. Por cada cerveza participabas en un sorteo (la chica hablaba inglés muy bien) de algo, así que Carlos le pidió 4 (70 pesetas cada cerveza, menos que medio dolar!!!). La pobre le dijo que no era seguro que ganase nada, pero él le explicó que íbamos a tomar una cada uno menos Loren, que se enfadó porque le preguntamos si quería alguna otra cosa. Por supuesto no ganamos nada, pero Carlos se quedó dándole palique para enterarse de sitios para salir y para cenar esa noche. Averiguamos el bar que ella frecuentaba y nos recomendó un sitio típicamente ruso y no muy caro para cenar, así que planificamos la noche en función de esta información privilegiada. Después de otros paseos por las hermosas calles de la ciudad nos decidimos a echarle un vistazo al restaurante que nos había recomendado. Nos paramos a mirar el exterior y sin darnos cuenta fuimos testigos de nuestro propio secuestro. Antes de que pudiésemos reaccionar nos habían hecho entrar en la antesala, nos habían quitado los abrigos y estábamos mirando una carta que detrás del precio no indicaba las unidades (dólares, por supuesto). Como buenos españoles borregueros y vergonzosos, nos quedamos en el sitio. Jamás había comido en un sitio así. Estaba el maitre, que hablaba mejor inglés que el americano que iba con nosotros en el viaje y dos o tres camareros a nuestra disposición. Al final la broma nos saldría por unas 5000 pesetas unos 33 $, pero como ya lo sabíamos, decidimos disfrutar al máximo de la situación.

El local tenía unas 7 mesas, bien separadas, con un pianista proporcionando música ambiental, luces suaves e indirectas y camareros mejor vestidos que yo. Pedimos unos raviolis especiales, un plato de pollo, una "hamburguesa" de carne de oso y un esturión para dos. El vino nos lo saltamos para no romper la banca, pero hasta nos daba apuro beber el agua, ya que cada vez que la copa se le quedaba vacía a uno, venía un camarero a rellenarnosla. Mientras esperábamos nos trajeron una especie de concha con un relleno exquisito y tres tipos de pan con mantequilla. Cuando hubimos dado buena cuenta de ello, nos pusieron un sorbete de Cranberry (arándano agrio) para cambiar de sabor, y a continuación trajeron los platos que habíamos pedido, todos al mismo tiempo. El esturión nos lo prepararon delante de nuestros asombrados ojitos y cuando ya estuvo listo nos pusieron los otros tres encima de la mesa, cubiertos por las campanas plateadas que solo había visto en las películas. A la de tres, descubrieron los platos y, como dijo Marcos, sólo nos faltó decir OOOOHHHH! La verdad es que no sé si fuimos pioneros, pero la que se armó a continuación era de Benny Hill. Como buenos españoles, decidimos compartir nuestras comidas, pero aún no habíamos descubierto el método de la rotación, así que eso fue un desastre organizativo. Que si te paso esto, que si me pillo aquello, que yo ya he comido de este plato. Al final fue todo sobre ruedas y pese a nuestra vergüenza, y gracias a la profesionalidad del servicio, disfrutamos de una cena gloriosa. Acabamos haciéndonos fotos y el maitre incluso esbozó alguna sonrisa de complicidad en ese local que no estaba destinado a 5 mequetrefes como nosotros. De hecho los clientes que había eran una pareja formada por un japonés y una rusa guapísima (que cada uno piense lo que quiera, que nosotros ya hemos pensado), un trío de gente bien, se les veía en los modales y al final entró otro trío, uno de ellos en chandal (traje de deportes), con la cremallera abierta y los pelos asomando. Parecía Jesús Gil y para nosotros eran mafiosos, pero daba ambiente. Al final pagamos y dejamos una propina incluso. José le dio la mano al Maitre y tras breve sorpresa, éste sonrió de corazón y también me la dio a mi que era el último en salir. Nos pusieron los abrigos y salimos de allí con el 10 % de lo cambiado a rublos, pero más felices que unas santas pascuas, tras casi tres horas de cena. Más tarde averiguamos que el restaurante pertenece a una famosa y bella actriz o modelo rusa, pero no apareció por ahí.

Decidimos pasear un poco nuestras llenas panzas y la euforia nos embargaba cada vez que doblábamos una esquina y se alzaba ante nosotros una inmensa catedral, un palacio soberbio o una estatua enorme. Eran las tantas de la noche y unos descabezados desafiaban a los consejos de los omniscientes finlandeses. Cuando nos aburrimos de pasear, buscamos un bar para tomarnos algo antes de ir a la cama, pero siendo jueves sólo encontramos sitios vacíos. En uno nos quisieron cobrar por entrar así que Carlos entró para ver qué tal estaba. Empezamos a preocuparnos ante su tardanza, pero al final salió y bien contento, aunque el bar estaba vacío. La razón era la bailarina que se estaba marcando un strip-tease ante el inexistente público. Viendo las pocas probabilidades de éxito y los pocos rublos que nos quedaban, emprendimos el camino de vuelta y a pie hacia el hotel. De camino y cerca de las dos de la madrugada vimos a una patrulla cacheando a tres miserables, pero cual fue nuestra sorpresa cuando descubrimos que dos de ellos eran nuestros amigos alemanes Daniel y Matthias. El tercero era un miserable real que llevaba una cogorza bastante mayor que la de los alemanes, y ya es decir. Por supuesto nos quedamos y los policías nos preguntaron si los conocíamos y si llevaban drogas. Al final todo quedó en un susto y alegres continuamos el camino. Entre risas nos intercambiamos las aventuras de aquella noche y tratamos de entender lo que decía el ruso borracho, gracias al vodka de nuestros nuevos compañeros de camino. El pobre no era capaz de mantener la dirección... Poco antes de llegar al hotel, el borracho nos dejó y al minuto y justo delante del hotel, nos adelantó una patrulla de policía en coche, descendieron dos agentes y el coche continuó a toda pastilla. Dejaron pasar a Jose, Loren y a Carlos y nos pararon a Marcos, los Alemanes y a mi. En seguida se concentraron en los Alemanes y les cachearon. Daniel llevaba una navaja de las que lleva mucha gente, pero ya encontraron algo de lo que aferrarse (además lo hicieron literalmente, ya que la navaja llevaba una cuerda que la unía al pantalón de Daniel y el policía aprovechó el diseño para asegurarse de tener cogido a Dani). Mientras nos amedrentaban, preguntándonos si llevábamos drogas o armas, cacheándonos y tal, los otros tres españoles no podían más que mirar impotentes. Los policías no hablaban más que algunas palabras en inglés (guns, cocaine) y a partir de la navaja no repetían más que "very bad, 5 days in Office Polizei" entre sacudidas de cabeza, dando a entender que se tenían que llevar a Dani a comisaría. Matthias insistía diciendo "jlepa, jlepa" que quiere decir pan en ruso, para remarcar que la navaja era de uso culinario. Daniel, en postura de mártir con los brazos abiertos (su padre es cura) mostraba el osito amuleto que llevaba sujeto a la navaja, en un intento de mostrar su inofensividad. Los policías hablaban por walkie y desviaban la atención, registrándonos alternativamente a Marcos, a mi, preguntándole a Marcos si su paraguas era una pistola. El mayor miedo lo pasé cuando nos pidieron el pasaporte, ya que este estaba guardado en la caja de seguridad del hotel, pero se conformaron con el carnet de identidad. A Daniel le cogieron la cartera y el dinero, pero le devolvieron todo. Al final, se fueron y nosotros llegamos a deducir que lo que querían era un soborno. Nos dimos cuenta de que se fijaban mucho en el dinero de Daniel y que los walkies estaban apagados. Aprovecharon el ruido de una botella al romperse para irse dignamente de la situación. Recorrimos los últimos pasos hasta el hotel aliviados porque habíamos salido indemnes de la situación cuando de pronto Daniel se percata de que le faltaban 900 marcos finlandeses (unas 25000 pesetas, 170 $). Por eso se fueron tan súbitamente. En un momento de descuido habían cogido el dinero de la cartera de Daniel. Nosotros prestamos la atención máxima cuando cogieron los rublos del bolsillo de la camisa de Daniel, y no cogieron ninguno, pero nos relajamos cuando los policías corruptos se dedicaron a la cartera. Después de sopesarlo un poco, Daniel y Matthias fueron en busca de los policías, pero no los encontraron. Qué habrían hecho si los hubiesen encontrado?

Caímos redondos en nuestra camita tras tan agotadora jornada. Y dormimos hasta el día siguiente, pero esa es otra historia y debe ser contada en otro momento.

Si alguno de los que fue a San Petersburgo ve alguna incorrección o se acuerda de algo que me haya pasado por alto, que me lo diga y lo incluiré...

Un abrazo muy gordo,

Tobias

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